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Escuchar, argumenta Erich Fromm, “es un arte, como la comprensión de la poesía” y ofrece algunas pautas para dominar el arte de la comprensión desinteresada: (1) la concentración completa del oyente, (2) librarse de ansiedad, (3) imaginación que funcione libremente y que pueda expresarse en palabras y (4) la capacidad de empatía con otra persona para tratar de comprender a otr@.
La escucha activa es una técnica, una forma / estrategia específica comunicación y/o un “arte” que:
(1) requiere “disponibilidad, interés por la persona, comprensión del mensaje, espíritu crítico y prudencia en los consejos”,
(2) consiste en una forma de comunicación que ofrece disponibilidad y muestra interés por la persona que habla y demuestra que el oyente le ha entendido.
(3) no se limita a oír y dejar hablar al interlocutor sin interrumpir su discurso, sino que necesita de una atención física, psicológica y verbal, estar totalmente concentrados en el mensaje que el otro individuo intenta comunicar.
(4) se refiere a la habilidad de escuchar no sólo (a) lo que la persona está expresando directamente, sino también los (b) sentimientos, ideas o pensamientos que subyacen a lo que se está diciendo.
Algunas barreras para la escucha activa son (1) hablar excesivamente, (2) prejuzgar, (3) distracciones, (4) esperar o dar por supuesto que otros comparten nuestras creencias y valores personales, (5) malentendidos, (6) interrumpir o interrupciones, (7) hacer que escuchamos pero falsificando la atención, (8) dejarse llevar por las emociones, (9) el ruido y/o (10) el miedo o el temor.
En fin, esto de la escucha activa es también un filón de oro para el campo de la evaluación, y ¿no recuerda un poco a la canción de Carla Morrison? «…es escalofriante, tenerte de frente, hacerte sonreír, daría cualquier cosa por estar siempre aquí y entre todas esas cosas, no te fallaré, quiero perder contigo mi tiempo, guardar tus secretos, cuidar tus momentos, esperarte, adorarte, tenerte paciencia, tu locura es mi ciencia…»