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Las evaluaciones son herramientas esenciales para mejorar la calidad, eficacia y rendición de cuentas de las intervenciones. Pero no todas las evaluaciones son iguales. Las evaluaciones de emergencia y las evaluaciones de desarrollo comparten fundamentos comunes, pero divergen profundamente en propósito, enfoque, principios rectores y condiciones operativas. Entender estas diferencias —y similitudes— es clave para gestionar evaluaciones útiles, éticas y contextualmente pertinentes.
Lo que comparten: fundamentos comunes
Tanto las evaluaciones de emergencia como las de desarrollo suelen guiarse por los criterios del CAD de la OCDE: pertinencia, eficacia, eficiencia, sostenibilidad, coherencia e impacto. Ambas buscan promover el aprendizaje, la rendición de cuentas y la mejora continua. También comparten la importancia de principios como la equidad, la inclusión, el enfoque de género y el uso de métodos mixtos para recoger evidencia sólida.
Donde se separan: principios, ritmo y contexto
Las evaluaciones de emergencia se desarrollan en contextos de alta volatilidad, donde salvar vidas y proteger la dignidad de las personas es el eje de la acción. Están guiadas por los Principios Humanitarios: humanidad, imparcialidad, neutralidad e independencia. Estos no son principios aspiracionales, sino condiciones obligatorias que deben integrarse en todas las fases de la evaluación: desde la planificación hasta la comunicación de resultados.
Mientras las evaluaciones de desarrollo suelen centrarse en el impacto de largo plazo y la sostenibilidad institucional, las de emergencia se enfocan en la rapidez de respuesta, la cobertura de poblaciones afectadas, la adecuación de la asistencia y la rendición de cuentas ante las personas beneficiarias (Accountability to Affected Populations, AAP).
Integrar los principios humanitarios: más que ética, es metodología
Una evaluación humanitaria no puede simplemente replicar el diseño de una evaluación de desarrollo. Debe garantizar que los métodos de recolección de datos no generen daño (humanidad), que se incluyan a los grupos más excluidos (imparcialidad), que se mantenga neutralidad frente a actores del conflicto y que el proceso evaluativo sea independiente de presiones institucionales o políticas.
Esto implica trabajar con plazos comprimidos, instrumentos ligeros, metodologías sensibles al conflicto y, muchas veces, acceso remoto o mediado por terceros.
Retos persistentes
Las evaluaciones de emergencia enfrentan retos particulares: acceso restringido, inseguridad, desinformación, presiones políticas y la urgencia de generar evidencia útil en tiempo real. No obstante, también ofrecen aprendizajes únicos: cómo adaptar estándares a contextos extremos, cómo reforzar la ética en cada paso y cómo centrar la evaluación en quienes más lo necesitan.