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Hay textos que no solo se leen: se respiran. Eso me pasó al volver a Ewen Le Borgne, colega y amigo, facilitador de procesos y aprendizajes colaborativos. Sus palabras no solo ofrecen herramientas: despiertan memoria, sentido y dirección para quienes sostienen espacios de transformación colectiva.
En sus publicaciones recientes, Ewen nos invita a explorar la facilitación como una práctica profundamente humana, ética y política. Lejos de prometer fórmulas mágicas, nos propone una mirada integral que conecta lo técnico con lo sensible, lo individual con lo colectivo, y lo visible con lo invisible.
Quiero compartir aquí algunas claves de su propuesta, no solo porque iluminan el camino de quienes facilitamos, sino porque nos devuelven preguntas esenciales: ¿desde dónde facilitamos?, ¿para qué lo hacemos?, ¿cómo cuidamos los espacios que abrimos?
Tres capas para facilitar mejor: un modelo vivo
Ewen articula su visión en torno a tres capas que no se superponen, sino que se alimentan mutuamente. Juntas, forman un mapa potente y accesible para cultivar procesos más conscientes y efectivos:
1. El terreno fértil
Toda buena facilitación empieza por dentro. El “terreno fértil” es ese lugar interior que cultivamos con valores, presencia, intenciones y ética del cuidado. No hay recetas, pero sí preguntas poderosas:
¿Desde dónde estoy facilitando? ¿Estoy aquí por el grupo o para imponer mi agenda?
Facilitar desde este lugar exige humildad para no saber, capacidad de sostener la incertidumbre, y disposición para cuidar de uno mismo tanto como del grupo. Es presencia plena en el aquí y ahora, sin automatismos ni guiones predefinidos.
2. Las habilidades en la sala
La segunda capa corresponde a las competencias visibles durante la facilitación. Ewen las llama “in-the-room skills”: escuchar con atención, leer el lenguaje grupal, sostener tensiones, improvisar sin perder el foco, hacer visibles las voces que aún no se han expresado.
No se trata de aplicar técnicas sin alma, sino de leer la atmósfera y responder con sensibilidad. Cada decisión cuenta: cómo se formula una pregunta, cómo se organiza el espacio físico, cómo se recogen los acuerdos. Todo comunica, todo crea condiciones (o las bloquea) para la participación genuina.
3. Multiplicar la magia
Aquí Ewen pone el foco en el diseño de procesos: ese tejido invisible que sostiene lo que luego emerge en la sala. Diseñar no es solo hacer agendas; es imaginar con intención el recorrido de un grupo: cómo empieza, diverge, converge y cierra. Es co-crear estructuras con quienes convocan, sin perder de vista el propósito ni la flexibilidad para ajustar sobre la marcha.
Facilitar también es narrar el proceso, integrar formas de saber diversas, y hacer del diseño un lenguaje colectivo que amplifica el impacto.
Más que técnica: una práctica reflexiva y política
Una de las mayores contribuciones de Ewen es recordarnos que facilitar no es aplicar recetas, sino sostener una práctica viva. Nos invita a dejar de ver la facilitación como “una caja de herramientas” y asumirla como una forma de estar y actuar en el mundo.
Facilitar requiere ética, conciencia y cuidado. También implica saber parar, corregir el rumbo, y celebrar. Es sostener la tensión entre estructura y fluidez, entre lo individual y lo colectivo, entre lo que planeamos y lo que emerge.
Cofacilitación: crear en pareja
Otra joya de sus textos es la reflexión sobre cofacilitar. No se trata solo de repartir tareas, sino de entrar en una relación horizontal, creativa y vulnerable con otra persona. Dos miradas pueden ver más que una, sostenerse mutuamente, ofrecer matices, ensayar nuevas formas de sostener lo común.
Pero no es automático: exige acuerdos explícitos, confianza, conversaciones honestas y aprendizaje mutuo. La cofacilitación, bien entendida, descentra el protagonismo y enriquece el proceso.
Alfabetizar en procesos: una responsabilidad compartida
Para que los procesos colectivos sean realmente transformadores, no basta con que quien facilita entienda lo que pasa. El grupo también debe comprender, al menos en parte, cómo funciona un proceso colaborativo.
Ewen llama a esto “alfabetización en procesos”: una forma de empoderar a los participantes para que puedan nombrar lo que ocurre, intervenir cuando sea necesario, y aprender no solo a resolver problemas, sino a resolverlos juntos. Es una apuesta por la transparencia, la pedagogía y la democratización organizacional.
Un llamado a la conciencia, el cuidado y la intención
A lo largo de sus textos, Ewen sostiene una invitación clara: facilitar es un acto profundamente humano. Crear condiciones para que otros se encuentren, se escuchen, se transformen. Y eso, en estos tiempos, es un gesto político.
No hay fórmulas, pero sí preguntas que nos devuelven a lo esencial:
¿Qué significa facilitar con cuidado? ¿Qué rol juega nuestro ego en la sala? ¿Cómo sostenemos procesos que no controlamos del todo?
Facilitar, en esta mirada, es sostenernos aprendiendo: con coraje, con humildad, con compasión.
Conclusión: Facilitar con raíces y alas
Volver a Ewen es recordar que facilitar no es dinamizar reuniones, sino acompañar procesos que transforman visiones, decisiones y vínculos. Y para hacerlo bien, necesitamos tanto raíces (valores, presencia, intención) como alas (habilidades, diseño, creatividad).
Facilitar importa. Y hacerlo con conciencia, cuidado y claridad puede ser una de las formas más potentes de contribuir al bien común.
Gracias, Ewen, por ponerle palabras a lo que muchas veces solo intuimos. Y gracias a quienes se atreven a facilitar desde el respeto, la escucha y la esperanza.
Referencias:
Serie de posts de Ewen sobre el marco de competencias de facilitación:
La Parte 1 aborda el terreno fértil para que se dé la facilitación mágica, en particular en relación con la actitud y los conocimientos que podrían ser útiles para el facilitador.
La Parte 2 aborda las habilidades de facilitación en la sala para lograr avances, enfrentándose y trabajando con el grupo.
La Parte 3 aborda cómo amplificar la magia de la facilitación (con habilidades y prácticas cruciales).